lunes, 27 de julio de 2015

El año del verano que nunca llegó. William Ospina. Textos y comentarios. NTC ... REGISTROS

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'El año del verano que nunca llegó', el nuevo libro de William Ospina
El escritor presentará su obra en la Feria del Libro de Bogotá.
Por: DASSO SALDÍVAR
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El año del verano que nunca llegó
William Ospina
Literatura Random House. Barcelona, 2015. 304 páginas,
Por NADAL SUAU
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Ospina, Frankenstein y otros monstruos
El escritor se acerca al misterio de la fabulación y rinde homenaje al Romanticismo
Por CARLOS PARDO

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El verano nunca llegó...

Fragmentos memorables salvan el más reciente libro de William Ospina, pero no sé si a la novela.

Por Alfonso Carvajal

EL TIEMPO .com 24 de julio de 2015. Impreso jul. 25

William Ospina es un magnífico ensayista y poeta. Como novelista, su propuesta narrativa es ambigua y en los albores del siglo XXI esto no es un asunto despreciable. Esperaba más de El año del verano que nunca llegó; no en el lenguaje ni en las ideas, que maneja con brillo, sino en la estructura novelesca, en las voces, en construir personajes y darles vida. El verano está lleno de descripciones galantes, mas la tensión dramática se difumina. Sé que a finales del siglo XVIII el romántico Friedrich Schlegel habló de la disolución de los géneros literarios; no obstante, en la novela, así converjan otros géneros como el ensayo, la anécdota, la imagen poética, las ideas filosóficas, el motor narrativo siempre debe primar sobre la forma. El solo sustento en el artificio, en la frase melodiosa, en el apunte lúcido, no es suficiente en un ente de largo aliento.

Sabemos de Shelley, Mary y Byron, y los demás personajes, por un narrador en tercera persona, que exhibe su erudición, mas no conocemos la psicología de los personajes, están distantes de la emoción del lector. De otro lado, como novedad escuchamos la voz del autor en primera persona y, aunque le da un matiz diferente a la narración, su protagonismo es intrascendente en el argumento dramático. Sí, la arquitectura del texto es prodigiosa, pero la sangre interna de la narración bombea frágilmente. Quedamos a merced de pinceladas como “era sobrio, era casi imperceptible para quien solo se detiene en el ruido y los grandes gestos”. Mientras que en la saga anterior Ospina se sostiene en una poesía retórica, en la exaltación del conquistador ante una naturaleza salvaje, aquí es el tono ensayístico y autobiográfico el que alimenta un episodio europeo; no hay conflicto entre los verdaderos personajes, entonces prevalece un parlamento ad infinitum; hay alguien que nos cuenta todo, mientras los protagonistas de la ficción callan: son almas del silencio. Figuras detenidas en un tiempo ya remoto, estéril. A eso me refiero.

La carpintería con el lenguaje y la investigación son luminosas, pero el núcleo narrativo de este momento que marcó la literatura mundial en una lejana Villa Diodati nos deja expectantes. Fragmentos memorables salvan el libro, pero no sé si a la novela. Aquí podemos parodiar a Shakespeare: To be or not to be, novela o no novela, allí radica la vieja cuestión.
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---------- Mensajes RECIBIDOS ----------

De: Armando Barona Mesa 
Fecha: 27 de julio de 2015, 10:49
Asunto: Re: El verano nunca llegó... Fragmentos memorables salvan el más reciente libro de William Ospina, pero no sé si a la novela. Por Alfonso Carvajal. EL TIEMPO .com 24 y 25 de julio de 2015
Para: NTC  ntcgra@gmail.com 


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Me parece bueno el comentario de Alfonso Carvajal sobre el último libro de William Ospina, El año del verano que nunca llegó, y estoy de acuerdo con él. Pero pienso que el enfoque se quedó corto, no obstante la erudición de Carvajal y, -a pesar de que no hace parte del examen crítico- del autor del libro. Es, ciertamente, un relato largo, manejado con cierto suspenso que intriga y crea expectativa. El lenguaje magnífico, como es el de William, que ha recreado con gran realismo y belleza la gran epopeya de la conquista española en América en El país de la Canela y el tríptico respectivo. 

En el Verano que nunca llegó, después de las primeras llamadas a la curiosidad de escritor-investigador que tuvo durante un tormentoso aguacero en Buenos Aires que lo obligó a guarecerse toda la noche en el hotel, movido bajo el mismo interés, con gran misterio se le presenta un viaje a Londres y de allí, entre las sombras pizarras de un atardecer, se desplaza compulsivamente en un tren, después de haber dejado a Nottingham, para ver la abadía de Newstead, en el pueblo solitario y frío, sin alma alguna deambulando por la mortecina calle principal, solo porque había pertenecido a la familia noble de Byron. O peor aun, de un viejo perdulario antepasado suyo conocido como Juan El Loco. 

Y ¿qué encuentra? Nada que alivie su deseo de revivir lo que había pasado en la villa de Diodati, a orillas del lago Lemán en Ginebra, dos siglos largos atrás. Ni siquiera ha podido ver a un fantasma de carne y hueso. 

Ah, pero el libro se bifurca y trifurca  y se diluye entre pequeñas biografías de personajes de la mayor  importancia. De Lord Byron, el disoluto, el pecador, el dilapidador de la fortuna de Juan El Loco y Juan Borrasca, heredadas dentro de la oportunidad necesaria a su juventud temprana y breve, en fin, el patriota postrero, escribe Ospina con gran poder de síntesis y poesía: "Finalmente, abrumado de pasiones y placeres  privados, quiso redimirse por la historia, y en la crisálida de un libertino se fue formando el guerrero que moriría en las trincheras de Missolonghi luchando por la independencia de Grecia y que se desintegraría en luz en las piras de la libertad". 

Hay, por supuesto, una prosa explayada, sumida a los lugares y a la ciudad y sus calles, a las gentes que pasan sin rastro y a los que no dejan huella. Porque William sabe mirar a las ciudades. Por eso expresa: "Yo sabía que si seguía caminando al azar por las calles de Londres las historias vendrían como enjambre a mi encuentro: en esa ciudad uno no traza el rumbo, y en mi caso suelen ser las calles las que deciden hacía dónde iremos, qué revelaciones nos saldrán al encuentro. Sólo que las ciudades no son sólo lugares, sino momentos..." 

Sí, eso es verdad. En alguna oportunidad caminamos con Alfredo Rey Córdoba por París entre Saint German de Pres, el Temple y el Louvre. Pero no lo hicimos en el presente, caminamos tres siglos atrás, viendo a los personajes con sus modas y notando los pasos de Marguerite de Valois, conocida como la Reina Margot, Robespierre, Danton, Saint Juste, Mirabeau, y todos los demás personajes de aquel París de la Revolución y el drama agitado del ambiente. 

El año del verano que nunca llegó es un libro delicioso que leí y aun leo. Pero, lo que le quedó faltando en su buen comentario a Carvajal, fue decir que no es una novela, porque no lo es. Todos sus relatos son ensayos que surgen de las páginas de la historia, bajo una especie de capricho intelectual de un gran escritor, que además, sustrayendo su obra de los códices de cualquier preceptiva, los ve como quiere él, a la luz de los topacios de sueños perdidos y de una poesía que esa sí nunca se perdió.

ARMANDO BARONA MESA
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Villa Diodati
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